AVENTURAS Y ODISEAS DE UNA MUJER PROMOTORA DEL TURISMO CARCELARIO

Documentos TV - Las edades del sida 13 sep Documental que muestra que los nuevos tratamientos y la cronificación de la enfermedad han provocado una relajación en la prevención. Abrieron la puerta del patio y entró la señora Directora encabezando la caravana de vigilantes Para ella y para las personas ahí presentes, yo era una rebelde, indeseable, peligrosísima delincuente a quien no se le podía abrir confianza.

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En su discurso relata esta biografía de hace décadas sobre el acoso sexual a una menor: es la suya, la de la pequeña Ana. Ese fecha, a pesar de ser prosélito del Nacional, se alegró conmigo, sonreía al verme tensa, oyendo el partido por la radio, y cuando terminó, me abrazó dejando ver en su faz una satisfacción que era parte de la mía. No se puede decir de Carcaño que presenta una personalidad compleja, tampoco siquiera digna de estudio, simplemente mentiroso y oportunista, esos son los dos epítetos. A través de la reja, por un pequeño espacio, metí mis manos y tomé las suyas. Marta Dolly llenaba casi todos mis ban viejos tiempos de delinquir juntas y viejas temporadas pasadas bajo las espacios. Casi me río en su cara, empero lo injusto de todo eso y que me llenaba el alma de odio, me lo impidió. La idea es retenerlos para justificar los puestos. Un día temprano me llamaron a la guardia.

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No es solo una cuestión de privacidad el que estemos facilitando esa información. Sinceramente yo ya estaba que me moría del hambre. Marta se quedó en la puerta, él entró recogió unos CDS y se fueron. Te acuerdas del principio, empero nunca del final. Lo que pasó ese día fue que le cantaron la zona y el chamo se fue corriendo. Me enteré de que tenía VIH por una llamada de mi médico,. Y yo que había empezado a creer la razón que nos dio la teniente Margarita Basto: que su traslado se hizo mediante un sorteo y que su nombradía había sido elegido por acaso. Lo mismo les da. Me dice: 'Deja el trabajo y vente'".

Y otra vez despegué afiches, otra vez empaqué maletas, y otra vez se quedó una madama llorando, mientras yo salía sola, caminando erguida, seguida de unos perros guardianes que vigilaban todos y cada uno de mis movimientos. Conversamos con la eterna Directora de ese centro de reclusión, la viejita Socorro, quien ordenó meternos en un bartolina hasta el día siguiente. Por mi parte. Sonreí y volví a entrar a los al. Corrí hacia otro lugar adonde me pusieron un sello rojo de tamaño gigante que casi no cupo en mi escurrido brazo. Salí de allí con el maletín en el hombro, con la falda, las sandalias y todo el cuerpo acuático. Pero, si a ellos no les importa nada. Conocí a Elisa en la primavera de en la rue Fontaine.

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