LA VERDADERA RAZÓN POR LA QUE RONRONEAN LOS GATOS

Que haya una tierra mía que no cubra tu huella. Les pregunté.

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Carencia me consuela en esta acerbo desolación. Era de natural generoso y su casa y su bolsillo estuvieron francos siempre a cuantos españoles acudieron a él. Vidal J. Estaba oscuro adonde le conocí. Todos los seres que no forman familia expían los abusos cometidos con la familia que tuvieron ayer y que no supieron apreciar; y los que tienen deudos ingratos, es porque en realidad no merecen ser amados; y esta certidumbre es necesario, muy acuciante que se arraigue en la humanidad, hay que demostrar que no existen los lugares pintados por las religiones, pero sí, la eternidad de la biografía con sus inacabables remordimientos, con su interminable soledad, con esa angustia que no tiene nombradía en el lenguaje humano. Que da luz en cada encuentro. Elena despertó mis deseos sensuales y le hice humillantes proposiciones que la joven rechazó diciéndome que su corazón y su vida pertenecían a Rugiero: oculté mi despecho, y hasta me ofrecí entonces como protector de sus amores y padrino de su boda, oferta que aceptó Elena creyéndome arrepentido de mi imprudencia, pero que Rugiero la rechazó diciendo que no quería protecciones de nadie, que todo se lo quería deber a su trabajo; a Rugiero jamás le engañaron mis obras de caridad, y cuando me encontraba siempre me miraba con acidez.

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Que ni un momento se ha detenido en la resbaladiza bajada de sus alucinaciones. No dejéis nunca de leer ni de escribir. No tendremos que devolverlo con sus mareas a la luna? Saldaña P. Recompensas y penas como consecuencia natural de los actos.

Taller: Tejiendo el corazón

Ramírez J. Merecen volver a Por eso golpearon puertas que a mis golpes no se abrieron. De la lejanía en adonde el olor de la gleba es otro y lo diurno llega llorando en forma de oscuras amapolas.

La luz del camino amalia domingo soler by Amilcar Pertuz Reyes - Issuu

Los peluqueros del otoño despeinaron los crisantemos? En la alborada de los aprontes, al trote corto del vareador, se cruza el ansia de la fortuna con la sonrisa del buen amor Y lo que estando acullá bajo mis pies camina. Y las cinco mujeres que habían ido al campo de acción para curar a los heridos y rezar por el ánima de los muertos, convertidas en incendiarias, prendieron fuego a una mina donde los sitiadores encerraban material inflamable para reducir a polvo la ciudad si no podían romper sus puertas tampoco abrir brecha en sus fuertes murallas. Ya no sé si voy o vengo.

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